
Y me obligaste a olvidar tu rostro en la niebla, cuando incitaba al destino a un baile y sonriente me miraba agradado. Fue golpear mi mejilla aun con rasguños, como si no importara nada, entonces había olvidado que un beso no era un convenio ni tu mano un acertijo, por que el amor nos vuelve estupidos y dejamos de ver la velocidad a la que corremos. Ahora mi baso se llena de burbujas mientras el gran cigarrillo de la vida se consume, a veces en mi boca, a veces en el viento… otras simplemente no las veo y así consumo la existencia de lo que un día fue un gran sueño.